Bueno, queridas amig@s de mi mujer,comienza esta historia llegando a la pescadería un sabadete a ver como está el mercado y aparte de lo habitual tenían un rubio grande que me quedé con las ganas de comprar
unas rodajas de un rubio enorme que habían traído, unos tacos de pez espada, de la zona menos vistosa a buen precio, y unas pocas almejas tipo carril que me suplicaban con los ojos que me las llevara.
unas rodajas de un rubio enorme que habían traído, unos tacos de pez espada, de la zona menos vistosa a buen precio, y unas pocas almejas tipo carril que me suplicaban con los ojos que me las llevara.
Al final compré unas gambas arroceras, un par de tacos de pez espada y a las almejas les dije el sí quiero.
De paso por la frutería compré las verduritas para el arroz. Y unos rabanillos para mientras se cocina, de aperitivo.
Y ya en casita, lo primero es pelar las gambas. Reservas los cuerpecitos, y fríes las cáscaras sin que se quemen en la olla que vayas a a hacer el arroz con aceite virgen extra, de oliva, sin ser rácano.
Las cáscaras sofritas se pasan a otra olla dónde vayamos a hacer el caldo, y las cubrimos con agua. Lo acompañamos del tallo de la cebolleta que voy a picar para el sofrito, quitándole la parte que me resulte fea, una zanahoria limpia y partida, y un tomate muy maduro, que se asilaba en la nevera, alguna gamba también pachucha que se había colado con las frescas, y los restos de haber limpiado los tacos del espadachín de los mares. Y cuando comience a hervir, que no sea de manera bruta, unos 20 minutos.
Ahora los taquitos de pez espada los freímos rápidamente en el aceite de las gambas, para como dice mi suegra, sellarlos. Así conservan mejor el sabor.
Bueno, esa cebolleta partidita como para la pipirrana se echa en el aceite de haber sofreído las gambas, y a fuego muy lentito se va haciendo hasta perder la vergüenza, y entonces hechamos un pimiento verdecito en trocitos. Cuando estén ponchadas las verduras, añadimos un par de cucharadas soperas de tomate triturado y ya tenemos nuestro sofrito.
Antes de echar el arroz añadimos al sofrito un majado aromático al gusto. Yo le echo un par de clavos, un par de ajos, pimienta, pimentón, cúrcuma y azafrán.
Unos pocos guisantes congelados ruedan hacia la olla.
Unos pocos guisantes congelados ruedan hacia la olla.
Y es hora ya de echar el arroz, salvo que sea pronto, apagues los fuegos y lo dejes todo en stand bay para más tarde.
Si pasamos a la acción, entonces echamos un puñado de arroz por comensal, si es bomba mejor, y teniendo en cuenta las ganas de comer, pues con un puñado por persona tiene un plato, pero no se repite.
Cada uno sus cuentas; así que una vez revuelto el arroz con el sofrito y el majado, echamos una guindilla o media según que se note el picor sin que arda la lengua, o media si apenas lo quieres notar. Para los muy machos (léase con tono mexicano) se le pueden echar dos o tres guindillas.
Volcamos el caldo, colado, sobre el arroz. Yo calculo a ojo, pero lo debe de cubrir de sobra, e irá menguando, por lo que si os falta tendréis algo de agua caliente en un cazico.
Tenemos desde que hierve 5 minutos a fuego más vivo y luego otros 5 minutos más moderado, pero notando el borboteo.
Llevamos ya diez minutos hirviendo el arroz. Es el momento de volcar en la olla las almejas, las gambas y el florete. Si veis que las almejas se resisten a abrirse, pues subís el fuego a fuerte un par de minutos.
Hay que ir recalculando si vamos bien de caldo, a gusto del consumidor, en este caso yo, pero os recuerdo que estamos haciendo un arroz caldoso y picante para un día frío y desapacible. Pero si lo queréis meloso, menos agua, y si seco la justa, ya sabéis el doble en volumen que el arroz.
En todo este tiempo vamos moviendo con las asas la olla, para que nada se queme y se vayan mezclando sabores.
También podemos meter una cazuela de barro en el horno a fuego suave, para que se caliente; así conservaremos caliente el arroz.
A los 15 minutos de cocción tapáis la ollas, y os doy 5 minutos para un pequeño aperitivo (harto ya de rábanos estoy), o para una ensalada con la que se debe empezar una buena comida.
Finalmente a los 5 minutejos volcamos el guiso sobre la cazuela de barro y lo llevo a la mesa a disfrutar, pero mi mujer aparece por la cocina y empieza a regañar porque ensucio mucho, pero no me preocupa, porque al rato, mientras va comiendo arroz que ha salido muy rico, se va aplacando.
Y a ella tampoco le preocupa, porque sabe que luego seré yo quién limpie lo ensuciado.
Merece la pena ensuciar y cocinar para disfrutar, con buena compañía y buen vino.
Y hasta aquí la receta. Sentimos lo de las fotos, pero no pensábamos hacer un post; lo que ocurre es que salió bueno como para publicarlo.
Esto es lo que quedo.
Hasta otra.
Mis agradecimientos al autor del post de hoy, mi esposo, Carlos Romero Morell.
Sin lugar a dudas un magnifico cociquinas, tus arroces y fideduas para mí son las mejores del mundo.
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